Historias de cuando el vino se pagaba a real
    Por Emilio Barco 
     
    Permítanme una historia: Entre 1845 y 1854 el precio medio del vino en  la provincia de Logroño fue de once céntimos el litro. El año 1855 se pagó a veintitres céntimos, a 25 el año 1856, a 29 el siguiente y a 27, 25, 28, los tres siguientes. Si sirve de referencia, el jornal medio en la viña era entonces de unos siete reales. Eran los años en los que el oidium reducía la producción a menos de la mitad, la expansión económica ģrecorríaī Europa, el ferrocarril revolucionaba los transportes, las ciudades crecían y la demanda de vino aumentaba. Nace el negocio vinícola,  se invierte en elaboración y crianza, se crean nuevas empresas y se produce lo que algún historiador llama la ģdemocratización y diferenciaciónī del consumo del vino. La filoxera, que se dejó notar en las producciones francesas desde 1868, contrarrestó los cambios en la bonanza económica y permitió mantener todavía durante algunos años más la euforia en el sector vitivinícola riojano. Tres consecuencias: mantenimiento de pequeños propietarios en el sector, creación de grandes empresas vínicas y duplicación de la superficie vitícola en la provincia. 
    Años aquellos en los que de la viña y del vino salía mucho dinero. El Marqués de Terán, la Condesa de Teba, Francisco de Zulueta, González Estefany, Ortiz Solorzano, Ramírez de la Piscina,... grandes propietarios que vendimiaban cada año entre diez y veinte mil cántaras de vino, obtenían unos beneficios anuales superiores a las 25.000 pesetas. En el otro extremo muchos pequeños propietarios (menos de tres hectáreas de viñedo) que se ganaron la vida en estos años de bonanza. Entre ambos grupos, medianos propietarios que respiraron. Si sirve de referencia, un jornalero y su mujer, trabajando de sol a sol se llevaban al año unas quinientas pesetas. Muchas cosas tuvieron que ocurrir por aquí en aquellos años. 
    Historias de hace cien años. Historias. Pasado. Hoy lo que se lleva es otra cosa. El sector está plenamente instalado en la modernidad: cotiza en bolsa y demanda ser declarado patrimonio de la humanidad. Lo que hace ahora un siglo después de la euforia, era un valle de lágrimas , por culpa del ģgusano maldito que trajo la filoxeraī, es ahora un símbolo de poderío colectivo e individual envidiado más allá, incluso, de las fronteras patrias. La tercera generación está orgullosa y, sin duda, tiene motivos para estarlo. Lo malo es que hay quien parece estar empeñado en no dejarles disfrutarlo.  ¿Y si se resiente el mercado? ¿Y si los consumidores no responden? ¿Y si se hunden las ventas? Catástrofes. En este final de siglo ģel gusanoī parece tener forma de mercado. Una muestra más de los profundos cambios que se han producido en este sector durante más de un siglo, de los cuales algunos han llegado con bastante retraso, como consecuencia de lo que por aquí tuvimos. Y cuando, aunque tarde, llegan, y llegan para bien, nos asustamos. También ahora hay chupachuses a duro (apenas unos gramos de dulce sobre un palo más gordo) y los hay también de cinco duros. Democratización y diferenciación en el consumo de chupachuses, algo que hicieron nuestros bisabuelos con el vino; valores que nosotros, entre la filoxera primero y la vorágine de nuestra particular modernidad después, olvidamos y con los que, por lo que  parece, la historia  (o el mercado, vaya usted a saber qué) nos brinda una vez más la oportunidad de identificarnos. 
    Sin duda que estas cosas de la historia tienen poco predicamento, ya lo sé, tan poco como (o mucho menos que) esas otras cosas del presente o del pasado inmediato, que constituyen nuestro particular monstruo del lago DOC, que como aquel otro, aparece y desaparece de cuando en cuando para dejarse fotografiar, sin que todavía hoy ni turistas ni residentes, se atrevan a confirmar su existencia: el acuerdo interprofesional es nuestro monstruo. Otra de esas cosas a las que también llegamos con retraso. Poco importa si el sector sigue funcionando y el monstruo sigue siendo lo que aquel: reclamo de vez en cuando. El sector está donde está y está como está porque hizo cosas, algunas a tiempo y otras con cierto retraso, algunas ayer y otras hace cien años. Lo malo en estos tiempos, es quedarse parado y por lo que se ve en este sector hay mucha gente que no sabe lo que es estar parado y que vive en presente. Como para venirles ahora con historias del pasado, y mucho menos con preguntas sobre un futuro que no existe, aunque sólo sea, sencillamente, por que están convencidos de que estos días andan haciéndolo ellos. 
    Permítanme una de actualidad: el precio medio del vino entre 1985 y 1994 fue de 103 pesetas el litro. El doble en 1995, algo más en los dos años siguientes, y el de este año puede llegar a pagarse, dicen las crónicas, (entre admiraciones) a más de seis mil pesetas la cántara. Y lo mejor: sin oidium. Saben lo que les digo, que lo anormal era que un vino que está a punto de ser patrimonio de la humanidad costase a veinte duros el litro. Y para terminar: los que entonces lo pasaron mal fueron los jornaleros porque además de no tener viñas bebían mucho vino. A ver si no cómo pasar aquel trago. 
     


     
    Los vinos se miran en el reflejo de su promoción 
     
    La tercera edición de la muestra ģEl Vino y los cinco sentidosī contó con una exposición titulada ģEl Rioja ante el espejoī que describía la historia de los esfuerzos y campañas publicitarias de nuestros caldos a lo largo de los últimos 100 años. Fue un paseo en tres dimensiones por los anuncios del Rioja con la botella como icono más utilizado. 
    El Rioja ha estado en constante evolución desde su nacimiento, y no sólo en lo que se refiere a la producción (nuestro Consejo Regulador es el primero de España) sino también en cuestiones tan importantes como la promoción a través de la publicidad de nuestro más preciado tesoro. 
    ģEl Rioja ante el espejoī propuso un paseo por la historia de La Rioja y las fórmulas que nuestros antepasados utilizaron para comercializar y vender el vino. 
    La exposición, además, se configuró como un verdadero paseo por las mentes de aquellos años y las costumbres de una sociedad, que al contrario de la que nos ha tocado vivir, no estaba mediatizada por los ģmass mediaī y todas sus estrategias de incitación al consumo. El vino se promocionaba sin ģvalores añadidosī. 
    Según Luis Vicente Elías, comisario de la exposición, la muestra se organizó como una ģdescripción de los mecanismos que se han utilizado para promocionar de un gran vino. Así, hasta los años setenta del pasado siglo, no encontramos que aparezca publicidad del vino como tal, aunque sí aparecen noticias sobre el vino en muchas publicaciones y periódicos de la épocaī. 
    Luis Vicente Elías cuenta que la primera publicidad del vino de Rioja data de 1870-1880, años en los que comienzan a insertarse ģsueltosī de vinos de cosecheros de fuera de Logroño, que ofrecen sus caldos en la Calle Mayor, Rúa Vieja, etc... A partir de ese punto se inicia la lógica evolución en los sistemas de promoción: ģResultaban muy curiosos los reclamos callejeros que instaban a los viandantes a comprar los vinos en determinados establecimientos. Cuando surgen las marcas aparecen los primeros anuncios en periódicos nacionales: ģEl primero se encuentra en el rotativo barcelonés ģLa Vanguardiaī, que se publicó en 1890ī. 
    A partir de los años 30 se utiliza la imagen de forma independiente. De todos los iconos, la botella es el más utilizado. 
     


     
    Las imágenes del néctar prodigioso 
     
    La última edición de ģEl Vino y los 5 sentidosī contó con las exposiciones resultantes del II Concurso Nacional de Pintura y del II Concurso de Fotografía para Aficionados. 
    El concurso de pintura estaba dotado con un único premio de medio millón de pesetas. El tema de premio versaba sobre el vino de Rioja en cualquiera de sus diversos aspectos y la técnica utilizada por los artistas era de libre elección. El jurado estaba compuesto por el presidente de la Asociación Nacional de Críticos de Arte, Mario Antolín, que también es miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando; Esteve Adam, Pedro Torres, Carlos López Garrido y Félix Reyes. 
    El II Concurso de Fotografía estaba dotado de un premio de 100.000 pesetas a la mejor colección de tres fotografías y otro de 50.000 a la mejor fotografía. El tema era el vino de Rioja en cualquiera de sus aspectos: vendimia, elaboración, bodegas, personajes, bodegones, etc.. 
    Se presentaron más de 170 fotografías, con lo que se multiplicó en más de cinco veces la participación de la anterior edición del concurso. 
    Otra de las actividades  más atractivas de esta edición  fue el concurso de diseño de una copa específica para el vino de Rioja. La entrega del premio ?valorado en 3 millones de pesetas? se llevó a cabo en un acto que estará enmarcado en esta edición de ģEl Vino y los Cinco Sentidosī. Para la puesta en marcha y organización del concurso se ha contado con la participación de la Real Fábrica de Cristales de La Granja. Los objetivos del certamen pasaban por lograr una copa para uso exclusivo de degustación de vino de Rioja. 
     

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