Una región
sembrada de túneles
Los restos arqueológicos
hallados permiten suponer que, ya en el siglo XVI, los cosecheros
resguardaban sus vinos de las variaciones externas mediante la
esforzada construcción de túneles. Pío Nalda,
dueño de una bodega con calado en Fuenmayor, quiso averiguar
el origen de su edificio, pero tropezó con la ausencia
de datos: "Los archivos muni-cipales no guardan legajos
anteriores al año 1600".
La mayoría de las naves responde al mismo modelo catacúmbico;
con el espacio angosto encerrado entre arcos de medio punto.
En las poblaciones que vivían agarradas al monte, no era
necesario cavar hacia abajo; bastaba con abrir recias grutas
en la pared hasta alcanzar la estabilidad meteorológica
que exigían los vinos. Aún pueden admirarse bodegas
de este tipo en lugares arriscados, como Quel e incluso Albelda
de Iregua. La propia capital riojana, Logroño, esconde
una rica geografía de túneles vinícolas
en su Casco Antiguo.
Casi todos los inmuebles
que se conservan en la Ruavieja o en la calle Mayor poseen calados
más o menos profundos.
En la actualidad, los edificios más recuperados (la sede
de la Uned, el Colegio de Ingenieros Industriales) han olvidado
ya su antigua vocación cosechera y han adquirido un cierto
aire municipal y burocrático. Pero las naves siguen ahí,
prestando su benéfica temperatura para la celebración
de congresos, reuniones, conferencias... o almuerzos.
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