A continuación, hemos seleccionado
algunos de esos monasterios medievales que fueron la génesis
de lo que hoy conocemos como denominaciones de origen, unas zonas
vitivinícolas que transcurren por el Camino de Santiago
o de forma paralela siguiendo los cauces del Ebro y del Duero
hasta llegar a Galicia.
San Millán de la
Cogolla
Su fundación,
entre el 931 y el 934, se debe a la monarquía navarra,
que lo mandó levantar como célula de repoblación
y colonización de una zona eminentemente rica. La ganadería
se constituyó en el primer medio de subsistencia. En el
año 1002 Almanzor hizo su aparición y arrasó
cuanto encontró a su paso, por lo que hubo que rehacerlo
de nuevo. Hacia el año 1071 el monasterio de San Millán
recibió a los monjes cluniacenses. En 1076 se incorporó
a Castilla con todas sus posesiones, que llegaban hasta el Cantábrico,
con sus molinos, sus pesqueras, las tierras de cereal y los viñedos
que, al encontrarse junto a la corte de Nájera, ampliaron
su función litúrgica en beneficio de la mesa cortesana.
Las primeras referencias al viñedo riojano datan del siglo
VIII, pero fue en el XI cuando el monasterio de San Millán
dio un fuerte impulso a la producción de cereales y vino
en la comarca riojana, concentrándose las plantaciones,
sobre todo, alrededor de Nájera. Asimismo, la anexión
de pequeños monasterios a San Millán supuso un
fuerte incremento en la extensión de viñedos emilianenses.
Los monjes no se conformaron únicamente con el vino que
obtenían de sus plantaciones, sino que muchos campesinos
fueron obligados a cumplir "los votos de San Millán"
mediante la entrega de "cocas" de vino. Los monjes
fueron, entonces, la génesis de lo que hoy es la Denominación
de Origen Rioja.
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