El vino y los dioses en el Mare Nostrum
por Pablo G. Mancha

BEN Sida lleva consigo el códice del Elogio del Vino y apunta con el dedo al sibilino verso de Ibn Al Farid: "Un vino que nos embriagó / antes de la creación de la viña". Uno dice que el vino cifraría no hay más Dios que Dios y la saliva Mohamed profeta de Dios, otro que si se mezcla la existencia verdadera (vino) con formas de cosas perecederas, no debes apartarte de quien amas pues su saliva (savia) emana directamente de aquélla.

Este párrafo, extraído de las Virtudes del Pájaro Solitario, de Juan Goytisolo, penetra radicalmente en la unión de la cultura judeocristiana (a través de la mística carmelita) con la poesía sufí (musulmana) y aborda el simbolismo común del vino. Y es precisamente el vino, producto que inunda todas las culturas del Mediterráneo ­Mare Nostrum­ para los clásicos, lo que vertebra el proyecto del Gobierno de La Rioja "Itinerario Cultural de la Vid y el Vino en los Pueblos del Mediterráneo" para que la UNESCO lo declare Patrimonio de la Humanidad, "porque la existencia de la relación entre el vino y la cultura es indiscutible y esto supondría un reconocimiento de la historia y de la cultura de los pueblos del Mediterráneo".

En las conclusiones de las I Jornadas Internacionales de Expertos en Protección y Promoción de Bienes Culturales sobre este ambicioso proyecto, ya se dejó claro que "más que un producto de simple consumo, el vino ha generado toda una cultura excepcional, forjando la peculiaridad del espacio y marcando las formas de vida de los pueblos que los han elaborado y bebido. Son pocos los campos en los que no está impresa la cultura del vino".

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