En
copa y con cuidado
por Pío García
El
catador extiende su liturgia al propio servicio del vino.
Hay que vertirlo sobre una copa de cristal transparente
que no estorbe ninguna de las fases de la cata. La botella,
para impedir que el caldo roce con el estaño, se
ha de abrir por debajo del gollete. Y el catador debe
agarrar la copa por la base o por el mástil, pero
jamás por su seno: "De lo contrario, no apreciaremos
correctamente el color, confundiremos nuestros aromas
con los del vino y podríamos modificar su temperatura".
Para retener sus múltiples fragancias, conviene
escoger una copa cuyo borde sea ligeramete más
estrecho que el seno. Sin entrar a enjuiciar otros detalles,
el profesor Tardáguila considera que la "Copa
de Rioja" cumple estos requisitos. Más discutible
resulta el uso de decantador: recipiente sobre el que
se derrama el vino que lleva largo tiempo embotellado,
para oxigenarlo y limpiarlo de posos. Tardáguila
apunta los aromas que se pueden perder en esta operación,
así que prefiere el vertido directo sobre la copa,
salvo en casos excepcionales.
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