Al principio de los noventa y,
aprovechando después las añadas de 1994
y 1995, Rioja rompe los tópicos con un nuevo tipo
de vinos que escapan de la uniformidad. En pleno debate
internacional, Vinos de Rioja ha reunido a bodegas clásicas
e innovadoras para comprobar si la finura está
reñida o no con la potencia.

Finura y potencia
por
A. Gil
La uva
y el terruño es la clave. Tanto para los grandes
clásicos como para los modernos elaboradores, y
para aquellos que han decidido no renunciar a ninguna
de las dos posibilidades, los buenos vinos se logran en
la viña.
Desde que Marqués de Riscal sacó
su Barón de Chirel, los otros riojas (así
bautizó Lan su campaña de relanzamiento)
han revolucionado el sector en una tierra que históricamente
había apostado por la uniformidad basada en los
cupajes de las distintas subzonas. Lo que nadie puede
negar es que este tipo de vinos modernos han dado un impulso
internacional al Rioja y han ofrecido un nuevo gusto al
consumidor, aunque sus propios elaboradores defienden
que "sólo se ha vuelto a la forma de hacer
tradicional -al margen de las innovaciones enológicas-
que dio fama internacional a los vinos de Rioja".
Las nuevas maneras internacionales -a
Rioja llegan por extensión- han generado un
intenso debate. Si los denominados vinos finos, en algunos
casos injustamente, han sido castigados por la crítica,
también los hay potentes que dejan dudas: incluso
algunos ya han demostrado que a los 5 años han
perdido la intensidad de la que hacían gala.
Del debate se llega fácilmente
a la polémica: hay que elaborar vinos para comer
con ellos o comida para acompañar los vinos; el
vino es para disfrutarlo comiendo o para deslumbrar en
los concursos...
Finura y potencia
Lo que se entiende por finura, siempre
en un enorme ejercicio de simplicidad, se relacionaría
con la búsqueda de la elegancia y la frescura,
de la longevidad y la complejidad. Todo ello por delante
de la robustez, la coloración intensa, la tanicidad
y la concentración de carácter de lo que
se ha llamado 'potencia'. Aunque estos conceptos, a juicio
de casi todos los bodegueros riojanos, no son tan antagónicos,
ni mucho menos.
La potencia (nunca exagerada a costa
de la perdida de elegancia) y la finura (en el sentido
de equilibrio) son indispensables para los grandes vinos.
Hoy en día, la renovación de las barricas
es más rápida, con lo que se defienden periodos
más cortos de crianza. Asimismo, se valora más
el color, el grado alcohólico y se huye, también
entre los grandes vinos finos clásicos, de la debilidad
de carácter, que quizás se llegó
a generalizar demasiado en Rioja al apostar por la productividad.
En cualquier caso, este movimiento ha hecho despertar
a muchos y ha favorecido el fomento de la verdadera viticultura
de calidad, aunque aún son los menos.
Sigue--->
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